Edith González Cruz
Ignacio Rivas Hernández
Luis Arturo Torres Rojo
E! libro que el lector tiene entre sus manos, es el primer producto de un ambicioso proyecto iniciado por el Cuerpo Académico de Historia Regional de la Universidad Autónoma de Baja California Sur y tiene como propósito la realización de las historias de los principales pueblos de la parte Sur de la península y como novedad la de intentarlo desde una perspectiva en la cual se ha priorizado la const_itución cultural de las comunidades como el núcleo en que se integran y singularizan los diversos factores de su conformación histórica y social.
El proyecto, comienza así sus andares con la publicación de la obra Historia cultural e imágenes de San José del Cabo, investigación en la que detrás de su profuso y riguroso sedimento documental e iconográfico, se mantuvo siempre latente la intención de postularla como un material de divulgación informativa y edificante.
Como cualquier trabajo de índole histórica, dos son los ejes a partir de los cuales se estructura el discurso historiográfico: el temporal, delimitado de manera convencional mediante la simple coordinación entre la dignidad o valía de fuentes y acontecimientos, y el espacial, que ajusta transversalmente la linealidad cronológica por vía de la mediación cultural en que se conjuntan los haberes y saberes económicos, políticos-ideológicos, tecnológicos, teológicos, educativos, de vida cotidiana y de representaciones simbólicas, y en la que se condensan las experiencias y el sentido que procesan los contenidos y las dinámicas en la construcción de las identidades y su implícita alteridad.
A su vez, y más allá del empleo meramente ilustrativo de la imagen, en la que tiempo y espacio se acogen en una unidad de significación histórica suspendida, la anterior disposición dual se replica a un siguiente nivel en el que los conceptos de historia y cultura subrayan los índices que demarcan la índole de su íntima relación.
Prácticas culturales y disposiciones temporales adquieren bajo la denominación de San José del Cabo, la contextura de un crisol de imágenes de cuyo vértice emerge la matriz significante que ordena el discurso: la de un espacio confeccionado por la condición múltiple de sus caminos, calles y avenidas y sus usos simbólicos, pragmáticos y experienciales, así como implicado esencialmente por la pregnancia ambigua y milenaria del puerto como síntesis de identidad, de aquello complejo y enigmático que es entrada y salida como en las alegorías bíblicas de la isla o metafísicas de la caverna. Una península.
De esta condición de in between, en la que en el fondo se dirimen también las dinámicas del nexo entre tradición y novedad, emerge el código de lectura que permite la articulación de un diapasón temporal que abarca más de tres siglos y a partir del cual se ha buscado revelar las semejanzas y las diferencias posibles de adscribir a distintos espacios de gestación de las experiencias y los horizontes de esperanza y expectativa.
El encuentro desigual de mundos otrora distantes, si bien compagina el dramatismo de todo choque entre culturas ' -la desaparición de las poblaciones autóctonas y el martirologio de los padres Carranca y Tamaral como signos paradójicos e inequí vocos del fracaso más que aparente de la misión jesuita-, marca asimismo los actos inaugurales del acontecer secular que terminará por establecer los puntos finos de la fisonomía y la autenticidad josefina: la de un cuerpo de instituciones político y administrativas cercadas por otras más amplias e inasibles, aunque no difusas y al final determinantes, y que básicamente tienen que ver con la articulación del puerto y sus accesos como el enclave en que se ajusta el perfil del desarrollo agropecuario, el comercio marítimo y, lo más importante, el tránsito hacia la urbanidad y la traza arquitectónica de la villa como expresiones manifiestas de modernidad.
La jerarquía de San José del Cabo, en todo caso, su inserción exitosa en el triple proceso de vinculación regional-nacional-internacional, guarda en el contexto de su provisionalidad las claves de lo histórico como atribución de lo presente y lo futuro, de lo particular y lo general. Su tradición es, en tal sentido, única e incomparable y, para corroborarlo, bastan dos breves relatos que al mismo tiempo son síntoma de lo universal e inequívocas muestras de lo local facturándose al ritmo constituyente de los entornos. En ambos, las imágenes son contundentes, por más y que se encuentren delineadas por la porosa noción del progreso como categoría de diferenciación histórica y criterio de demarcación política y moral.
Ya en época tan temprana como 1904, y dicho claro está en términos de la medida nacional, el pulso de San José del Cabo se sincronizó al anuncio emitido por el reloj colocado en la parte más elevada de la arquitectura citadina: la Casa de Gobierno, dando clara prueba con este hecho no sólo del carácter moderno y secular de los mecanismos ' empleados en el ejercicio del poder, sino también, y sobre todo, del acompasarse de la comunidad josefina a los ritmos demandados por los flujos de los intercambios financieros, marítimos y comerciales y con incidencia inmediata en la conformación de los nuevos tipos urbanos de asignación y distribución de las actividades en el tiempo.
Prueba de lo anterior la faculta la presencia casi absoluta del automóvil como parte del paisaje urbano y de no pocas de las formas asumidas por el divertimento o las celebraciones públicas. Al lado del reloj, los vehículos automotrices -amén de que se trata de dos de los primeros objetos industriales producidos en serie-, se establecen rápidamente como los símbolos por excelencia del mundo moderno y del éxito obtenido dentro de él. En San José del Cabo se cuenta con la segunda agencia comercializadora de modelos "T" y "N' de Ford existentes en el país y el carnaval, las fiestas cívicas y la convivencia familiar o vecinal son impensables sin el patrimonio cultural aportado por el automóvil al imaginario social.
La paradoja aquí implícita, que hace del florecimiento de San José del Cabo -arquetipo condensado de la modernidad territorial-, anuncio irrevocable de los límites de un modelo de desarrollo bajo cuyos vestigios, pocos años después, se intentará sustentar el llamado "milagro mexicano", propicia, frente al estado actual de conversión de las presiones al ámbito de lo global, la sugestiva idea de que las experiencias y las respuestas dadas a sus problemas por los hombres en el pasado, sin menoscabo de las absurdas descalificaciones por motivos políticos y /o ideológicos, bien podrían arrojar sus luces sobre un presente oscurecido por el incumplimiento de las promesas seculares emanadas de las utopías modernas.
La historia que se avecina, en apariencia avasallada por el mega-desarrollo turístico y el tráfico inmobiliario, tiene en la memoria del horizonte josefino una nítida apelación de futuro: la elemental enseñanza de que mientras el sentido de la comunidad permanezca como cultura viva, como palabra legada y recibida, la tradición prevalecerá como el espacio tras el que se orientan las dignidades del pasado y el porvenir.
Esperamos, con la publicación de este libro, haber contribuido aunque sea mínimamente a este esfuerzo.