Fermín Barajas Márquez
La historia de la aviación es conocida, primordialmente, por el nombre de aquellos aventureros que arriesgaron su vida tripulando máquinas diseñadas para volar. En la historia de la aviación internacional, sabemos de las hazañas de los hermanos Montgolfier de nacionalidad francesa y de sus globos de aire caliente; de las hazañas de los hermanos Wright de nacionalidad norteamericana y de su aparato para volar, más pesado que el aire; de Alberto Santos Dumont de nacionalidad brasileña, radicado en Francia, quien diseñó y piloteó el 14 bis, considerado como el primer aparato (más pesado que el aire) que despegó por su propia potencia y sin ayuda externa. Gracias a la historia, sabemos de los vuelos de los norteamericanos Charles Lindbergh y Amelia Earhart; el primero efectuó su primer vuelo sobre el Atlántico, en el año de 1927, piloteando el Spirit of St. Louis, y, la segunda, fue la primer mujer en efectuar un vuelo trasatlántico en el año de 1932. La aviación en nuestro país también tiene su historia: Alberto Braniff, considerado el primer aviador de hispanoamérica, el día 8 de enero de 1910 realizó el primer vuelo en nuestro país en los campos de Balbuena, en un aparato más pesado que el aire, piloteando un aeroplano fabricado por los hermanos Voisin de Francia. Otro legendario piloto fue Emilio Carranza Rodríguez, conocido como el Lindbergh mexicano, quien voló su avión México-Excélsior de San Diego, California a la ciudad de México, sin escalas, en mayo de 1928. Cinco días después, el 30 de mayo de 1928, Roberto Fierro Villalobos, piloteando el Baja California 2, efectuó su vuelo sin escalas desde la Laguna Salada de Mexicali hasta la ciudad de México. Pablo L. Sidar Escobar, partiendo de la ciudad de México, realizó un recorrido aéreo por Centroamérica, Sudamérica y El Caribe, en 1929. Francisco Sarabia Tinoco, en los años de 1938 y 1939, implantó récords de velocidad en su aeroplano El Conquistador del Cielo.